
Una historia del matadero racionalista de Valladolid
Una de las graves consecuencias del desarrollo económico y urbanístico de la segunda mitad del siglo XX es la destrucción del patrimonio arquitectónico de las ciudades y especialmente del industrial, no valorado entonces de manera adecuada. Bloques de edificios de los años 60 a los 90 sustituyen el emplazamiento de iglesias, palacios, mercados o fábricas, entre otros. Especialmente en el caso de Valladolid, esta pérdida resulta devastadora: tan sólo un mercado se mantiene hoy en pie y los palacios mermaron notablemente. En el caso de la arquitectura industrial son escasos los ejemplos de sana recuperación de los mismos, pudiendo aún verse muchos ejemplos en estado de ruina, de los que podríamos destacar la antigua Azucarera de Santa Victoria o el edificio de la Electra Popular Vallisoletana, por ejemplo.
Existen algunas excepciones sin embargo, entre las que se encuentra felizmente el antiguo Matadero. Hoy reconvertido en Equipamiento Integrado de la Zona Sur de Valladolid, no ha sufrido pocos cambios.

Lejos queda el aspecto actual de aquellos campos de cultivo huertas que fueran los terrenos de la zona hace ahora un siglo y que en los años 30 experimentaron un gran desarrollo debido también a la inversión de Norberto Adulce, quien poseía grandes terrenos a la altura de la Plaza de Toros. Allí donde terminaba la ciudad
de Valladolid y el autobús daba la vuelta, entre la barriada de la Esperanza y el Arroyo Espanta -hoy Barrio de la Farola y calle de nombre homónimo, respectivamente- y tras el desaparecido Fielato de la Rubia, se decidió construir el nuevo Matadero Municipal, como sustituto del que se inaugurara en 1877 cerca de la Facultad de Medicina y el antiguo Hospital Provincial (hoy edificio de la Diputación), que estaba demasiado cerca del centro, presentaba ciertas condiciones insalubres y se quedaba pequeño. Se acuerda entonces que el nuevo matadero debe estar cerca de la ciudad pero fuera del centro, cerca del Pisuerga y donde su vertido no afecte a la ciudad y preferiblemente entre la Carretera de Salamanca y la zona de La Rubia.

Siendo alcalde D. Vicente Moliner Vaquero en 1925 se inicia el proceso para la construcción de uno nuevo a través de un concurso ganado por el ingeniero madrileño D. Alberto Colomina y Botí que hubo de someter su proyecto a diversos cambios para adaptarse a las exigencias del jurado, compuesto por el concejal D. Pascual Pinilla (presidente), D. Camilo Vega y García, Catedrático de la Escuela de Ingenieros, D. Modesto López Otero de la Escuela de arquitectura, el arquitecto municipal D. Juan Agapito Revilla, D. Eugenio Muñoz Ramos del laboratorio municipal, D. Siro Azcona inspector jefe del servicio veterinario municipal y D. Vicente Mercadal ingeniero industrial municipal. Tan sólo López Otero y Agapito Revilla manifestaron estar en contra del proyecto seleccionado, escogiendo en su lugar otro con características más modernas.

De 1926 a 1934 el proyecto sufre cambios y un retraso por falta de presupuesto, hasta ser inaugurado oficialmente en 1936 por el alcalde republicano Antonio García Quintana -quien fuera fusilado posteriormente y en cuya casa se encontró documentación hoy guardada en el Archivo Municipal- con un concierto de la Unión Musical Vallisoletana, siendo el primer edificio racionalista de la ciudad, al que seguirá el Colegio de San Fernando, ambos señalados con placas distintivas DOCOMOMO.
Los cambios introducidos por Colomina y Botí lo convierten entonces en un edificio más centrado en su utilidad, despojado de ornamentos innecesarios y propios del estilo ecléctico aún imperante y optando por un diseño de bloques ortogonales sencillos en los que destacan las ventanas y los detalles exteriores en ladrillo frente al imperante hormigón y las estructuras de hierro. El edificio se abre a la ciudad con un pabellón muy representativo en que destacan ciertas formas redondeadas y una torre que le añade una inusitada verticalidad. En el interior del recinto cercado se encuentran diversos pabellones dedicados a la matanza y al estabulado, a los que acompañan corrales y dependencias para la conservación de las carnes. Al fondo se sitúan edificios para aprovechamiento de los desechos como la mondonguería y la tripería y la nave para el secado de las pieles, a las que acompaña un crematorio con un moderno horno tipo Kori y una zona de perrera. En los primeros pabellones destaca la horizontalidad organizada en bloques unitarios y simétricos que presentan un volumen elevado en el centro que posibilita la entrada de la luz; en los últimos la horizontalidad se rompe con las torres y chimeneas, todo ello siguiendo los modelos alemán y el tipo bloque inglés.

A pesar de las innovaciones introducidas en indudable contraste con la arquitectura coetánea y especialmente con el contexto vallisoletano y de la zona circundante, el rápido crecimiento de la zona sur obliga a realizar diversas mejoras en el establecimiento que pronto queda desfasado. De hecho no es hasta los 80 cuando se mejoran las instalaciones para los trabajadores y se automatizan algunos de los procesos de trabajo. La inauguración en los años 60 del Polígono Argales y el desarrollo inmobiliario de la zona desde los 50 -incluida la construcción del Barrio Cuatro de Marzo-, genera complicaciones en el tráfico que se acompañan del desagradable olor propio del oficio. Se suceden las mejoras, se abren nuevas puertas al recinto, se sustituye la caseta del guarda por un establecimiento veterinario externo (1987), pero los vecinos y vecinas reclaman una mejora integral del espacio y la instalación de equipamientos sociales de uso público, hasta incluso solicitar el uso vecinal de algunos de los edificios en 1984, solicitud denegada por estar las mismas en uso.

Al tiempo que se hacen modificaciones del Plan parcial del Matadero SADECO en los 80, el PGOU de 1984 que sienta las bases para la construcción de COVARESA y Parque Alameda, además de Santa Ana y El Peral entre otras urbanizaciones, establece proteger estructuralmente tres edificios: el de la entrada principal, el edificio de matanza y la mondonguería, catalogados por el “Catálogo de Bienes Protegidos” que estipula la obligatoriedad de mantener fachadas, cubiertas y espacios de acceso generales de las edificaciones catalogadas estructuralmente con objeto de proteger ejemplos de edificaciones racionalistas en la ciudad. No corrieron en ese momento la misma suerte las naves de lanar, vacuno y cerdo, el crematorio, el garaje o la perrera. Sin embargo el 9 de noviembre de 1989 el Ayuntamiento aprueba una modificación de ese PGOU para incluir en el catálogo de bienes protegidos en términos estructurales, las cuatro edificaciones del matadero que se corresponden con las naves de lanar, vacuno y cerda, el crematorio, el garaje y la perrera, para que puedan estar todos amparados. En 1990, la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio aprueba definitivamente tal modificación y, tras el cierre del Matadero en 1993, se abre un período de incertidumbre para la reutilización de estos edificios en que por ejemplo el crematorio pasa a formar parte de las dependencias del I.E.S. Condesa Eylo que es construido en los terrenos entre el Matadero y la vía del tren.

El movimiento sindical en el matadero manifiesta su fuerza cuando ya en 1988 se ven acosados sus trabajos, convocando una huelga ampliamente secundada por una mejora salarial. Pero es cuando se avisa del cierre cuando se movilizan todos los trabajadores, de los que cincuenta y cinco consiguen ser reubicados en otros servicios municipales como trabajadores laborales fijos encontrando tan solo dos mujeres -todas las mujeres que hubo en plantilla fueron limpiadoras o vigilantes- entre ellos; mientras los otros dieciséis logran ser jubilados voluntariamente. Los trabajadores, unidos en al gremio de Carniceros y Charcuteros, a CCOO, a la CGT y las Asociaciones de Vecinos, conformaron la Plataforma de Defensa del Matadero Municipal, reclamando la gestión pública del servicio y rechazando su cesión gratuita a la empresa privada. En 1993 es desalojado el técnico de administración que vivía en el edificio de entrada del matadero y demolida la churrería que muchos recuerdan situada junto a dicho edificio adosada al muro desde 1964 y en la que los matarifes y el resto de trabajadores del matadero tomaban sus cafés. El mismo 1 de diciembre de 1993 se cerraba el matadero municipal y entraba en vigor el concierto entre el Ayuntamiento y «Justino Gutiérrez SL», titular del matadero de Laguna de Duero.
Cuatro años después, en 1997, se modifica el PGOU para determinar el uso público como área de planeamiento espacial y se lanza un concurso de ideas dentro de las actuaciones tendentes a la creación de centros cívicos que es ganado por el equipo responsable de toda la obra excepto la Piscina Benito Sanz de la Rica: Eduardo Carazo Lefort, Alberto Grijalba Bengoechea, Julio Grijalba Bengoechea, Jose Ignacio Linazasoro Rodríguez y María Paloma Gil. La propuesta fue seleccionada por su contención conceptual y la integración de los edificios por rehabilitación y conexión con el tejido urbano existente. Respetando pero adecuando y sin repetir miméticamente la arquitectura, se logra un proyecto económico que comienza por tirar el muro circundante, como había sido ya reclamado por los vecinos.

Veinte años lleva este proyecto en construcción: desde la urbanización del terreno y su conversión en lonja para uso estacional, pasando por la inauguración del CEAS en 2006, del Espacio Joven en 2007 y del Laboratorio de las Artes (LAVA) en 2011, se han dado diversos cambios. El concurso inicial definía las siguientes actividades: una cultural materializada en una biblioteca y una deportiva, un hogar de día para ancianos y un centro de acción social que había nacido previamente en otro lugar al amparo de la Asociación de Vecinos Reina Juana. En 2009 el proyecto sufre un cambio en que la biblioteca y espacio deportivo se convierten en el citado LAVA: un centro de creación y producción artística, construido por fases, cuya actividad no es sin embargo autorizada hasta 2013 y que tras la habilitación de la planta superior de la llamada Nave 2 en 2015, continúa aún realizando mejoras en su construcción para adaptarse a los usos. Queda aún por determinar el uso de la mondonguería, único edificio que queda aún en desuso y cuya rehabilitación parece próxima.
Fuentes
- AMVA, 375-carpeta 1, 747-1, 748-1, 749-1, 423-5, 14183-3, 41039-15, 42717-37, 10034-4, 6021-5, 14183-3, 14167-2, 5040-9, 2698740, 1359-11, 26987 -1, 6332-9, 9636-11
- Aparicio Pastor, Juan Carlos, “Guía de Arquitectura de Valladolid”, Valladolid, 1996
- Calderón Calderón, Basilio, “Nuevos usos para el patrimonio arquitectónico industrial en Valladolid: completar equipamientos y generar valor”, Scripta Nova , Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. XI, núm. 247, 1 de septiembre de 2007
- Entrevistas personales a vecinos, arquitecto y extrabajadores
- Imágenes del matadero
- Miguel García, Carlos de, “Espacio Joven de Valladolid. De matadero industrial a espacio de participación juvenil”, Revista Llámpara de patrimonio industrial, Valladolid, 2009
- Ramos García, Pedro Iván, “Espacio Joven Matadero”, Arquitectura Va (consultado 22-6-2017)
- Virgili Blanquet, Mª Antonia, Desarrollo urbanístico y arquitectónico de Valladolid (1851-1936), Ayuntamiento de Valladolid, Valladolid, 1979